martes, 9 de agosto de 2016

la actuación, a diferencia de la vida, busca no resolver el conflicto


El actor inmerso en una situación dramática no debe resolver el conflicto, no debe explicitar ni contar el cuento de adentro (el de su interior) porque, si no, pierde condensación y fuerza. Hay un nivel que no tiene que explicitar deliberadamente porque, si explicita su actuación, es mediocre. Un tipo que pasa por una situación confusa se enfrenta a algo que no había pensado y, si explicita, si dice: “Mirá, aquí hay un malentendido”, no solo cierra la situación dramática sino los canales por los que la atención del público permanece. La actuación, a diferencia de la vida, busca no resolver el conflicto. Debo entrenarme en no hacer explícito aquello que es perceptible, aquello que el espectador se da cuenta que pasa.

Cuando el actor piensa diferente a lo que dice textualmente, dan ganas de mirar. Entonces, en el espectador se genera una tensión (que también es atención) entre lo que ve del actor y lo que no ve y supone por su estado interior. El segundo pensamiento de la puesta escénica es toda la resonancia que se da a través del entrecruce de todos los signos escénicos. El actor no debe vaciar el tanque de impulsos de golpe porque en el vaciamiento ya no hay carga, y la carga tiene que ver con la contención. Tenés que proponerte que lo que te pasa adentro no es lo que te pasa afuera, no hacer afuera lo que te pasa adentro. Después, con el entrenamiento, sí te permitís sacar un poco afuera y seguir reprimiendo, volver a sacar, etcétera. En principio, no debes mostrar tus imágenes internas. Después, cuando tengas experiencia en esta habilidad, sí largás y mostrás algo de lo que te pasa, lo hacés explícito, obvio y volvés a reprimir. La clave de una actuación es otra resonancia distinta a la del texto dramático, es guardar lo que te pasa.

Alberto Ure - Ponete el antifaz
texto completo: http://franureclases.wixsite.com/albertoure/libros

imagen: Johannes Kahrs

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